Las mujeres de los papelitos de la Costereta del Convento.

Cuando llegaba a la altura de casa “de Rull”, al comienzo pronunciado de la Costereta, ponía mis manos en la posición imaginaria de estar cogido a una cuerda, que ligada al badajo de la campana, me ayudaba en la subida hasta la mi casa. Para los que allí vivíamos no era un esfuerzo la subida, pero, a diferencia del resto de las calles adyacentes, el cambio en la pendiente se notaba.

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